domingo, 21 de febrero de 2016

Luces sobre las piedras




Aquí la carátula y la contracarátula de mi más reciente publicación, el poemario "Luces sobre las piedras"; editado por La valija de fuego editorial. A continuación les comparto el prólogo que muy gentilmente, escribió el poeta español Antonio Orihuela.



LUZ SIN CENTRO


Al otro lado de la luz quedan las sombras, el lugar donde se desmoronan las ilusiones y se desahucia la palabra. Lugar desencantado que Omar Ardila ha querido iluminar para fijar el contorno preciso de este mundo, esta piedra cansada de dar vueltas que estamos convirtiendo en despojo, esta isla de vida que vamos a destruir con todos nosotros dentro a pesar de las muchas señales que avisan, de las muchas voces insumisas que se alzan contra los geocidas, los biocidas, los genocidas; contra todas esas manos cómplices que continúan su macabra tarea porque se saben impunes y, al final del día, recompensados.

Omar Ardila describe en estas Luces sobre las piedras una completa geografía del horror, ninguna parte de la madre tierra queda a salvo. El capitalismo se vuelve contra la vida para negarla con sangre, desesperanza, frío y muerte. Estamos ante un poemario de una crudeza sin igual, áspero y rudo como el corazón de piedra que describe. Un mundo poblado de desaparecidos, exhumados, desplazados, exiliados, extraviados, mudos y  agredidos en nombre de la democracia y la libertad por la maquinaria monstruosa del poder y sus lacayos; pero frente a ellos todavía algunas voces clandestinas resisten con sus actos, con la palabra, en la calle, en poemas como estas piedras que Omar Ardila ha sabido lanzar también contra nuestra conciencia dormida.

Omar se sitúa así con este poemario junto a los lúcidos, junto a los proscritos, junto a los que no cedieron, los que no se creen las mentiras oficiales, los que se saben hechos de pasión, dolor y libertad, los que se dejaron crecer las alas de la palabra y vuelan con ellas por encima de cadenas y fusiles.

Luces sobre las piedras es, en suma, un libro hecho de desobediencia, de ese viejo y atronador susurro libertario que vuelve una y otra vez como las olas, moldeando la playa, abriendo nuevos caminos a la materia de los sueños, erosionando las certezas y las razones, abriéndose paso entre ellas como la aventura mejor de nuestra especie. En esa tarea sin fin, ya sabemos que podemos contar con los versos de Omar Ardila, vida, rabia y pasión se levantan en ellos como la ola encrespada dispuesta siempre a batirse contra la orilla porque ese es su destino de aire y transparencia. 

Antonio Orihuela
En la vieja charca, 19 de julio de 2015
   

Estaremos haciendo una presentación del libro en la sala Aurelio Arturo de la Biblioteca Nacional de Colombia, el próximo 17 de marzo, a las 6 p.m. Todos están cordialmente invitados. Esta es la publicidad del evento:






lunes, 8 de febrero de 2016

Poemas de Yezid Morales Ramírez


Un punto de partida para iniciar el recorrido por la poesía de Yezid Morales podría ser el retomar ese verso confesional que encierra toda una metafísica: "Silencio es la voz que me nombra..."
Llena de interrogantes, de búsquedas que se esfuman y que sólo tienen presencia en el instante, así es esta poesía, al menos la que he leído en "Monólogo de uno que no sueña" (2009, Fondo de Autores Huilenses). No hay concesiones, sino contundencia en la expresión del verso que se aproxima a la desposesión: "Haber sido otro... para ser uno mismo..." Un flujo que evidentemente muestra agotamiento, aunque no derrota; más bien anhelo de profundidad. El querer haber sido otro no es más que un reclamo ante la dictadura de las máscaras que tenemos que mostrar, aunque nos consuma la herida. Pero el anhelo del poeta es mayor, pues también desea ser en otro tiempo y en otro espacio, quizás en otra forma de vida y con otros impulsos energéticos:

"Mejor haber nacido en utopía,
en el no lugar"

Únicamente el instante ("La vida solo es este instante que nos toca") es portador de alegrías, que aunque reconoce agotables, no lo aproximan al temor, sino a una suerte de dicha contemplativa, de éxtasis estético, como cuando ve pasar esa Reina vestida de amarillo y con luces en los ojos.

Y en esa cadena de cuestionamientos, no siente a la palabra como el bastión que provea más seguridades, sin embargo, sigue aliado a ella, sin dejar de enrostrarle en cada giro, sus incuestionables límites. Ve en el lenguaje, ese marcador de poder que discrimina, que estratifica pero que no logra develar el movimiento, como quizás sí logra hacerlo la pintura, esa otra vertiente creativa que explora Yezid Morales. Su lugar mítico es aquel que habla

"Desde el paisaje
que no alteran las palabras".

Es allí, quizás, donde logra

"abrazarse en medio de la sombra
con otro ser que no busque interrogantes".

Pero el poemario tiene una vuelta de tuerca, una segunda parte en la que el poeta se pregunta el ¿por qué de mi angustia?, si soy aunque no pueda ser, si encuentra cosas a favor, conspiraciones para que todo le sea propicio. Este tono conciliador circula en los 22 poemas de la parte final, sin olvidar el tono de pregunta. Podría decirse que hay una vocación integradora, una suerte de triunfo, una vuelta al equilibrio de ese espíritu escindido que antaño se impelía a no callar

"No te calles vocero de la imprudencia,
benefactor de la desesperanza".

pero que ahora ve llegar la luz disfrazada de altura:

¿Quién al final del túnel, sin interés ni compromiso,
pudo hacer posible tal mutación de la esperanza?



Aquí una selección de sus poemas:


Canto de lo oculto

Silencio es la voz que me nombra.
No intento saber del color o la forma,
ni del lugar
donde reclama el mundo
su cuota de poder.
Mejor la plenitud de lo inasible,
el borde silencioso del vacío
donde se apaga la llama
que alimenta la soberbia.
Mejor el arroyo prudente
que no enturbia la imagen
y enriquece el movimiento.
Mejor la presencia
que se esconde en el misterio
de lo simple y verdadero.


Haber sido otro

Haber sido otro,
un guerrero por ejemplo.
Luchar no con palabras
en la oscuridad de la idea,
sino gozar el color apacible
de la tregua,
en los brazos
de una cautiva bélica.
Haber sido otro
un adivino o un mago en la feria
de cualquier ciudad antigua.
Haber sido más inútil,
más libre, 
más abstruso.
Haber sido de verdad uno mismo.


Otro lugar

Mejor haber nacido en utopía,
en el no lugar, 
donde no azoten
los halagos de la suerte.

Haber sido con los días
no la suma de un acoso
caótico y oscuro.

Haber sido protagonista
del mismo desorden
con diferente prisa.

Haber comprendido a tiempo
el secreto
que nace del ahora
              del instante,
              del no lugar
de la nada también definitiva.


Paráfrasis de un zéjel 

El cielo escribe en letras de oro mi nombre.
Los dioses aprecian cada uno de mis actos.
Los seres más bellos se conmueven con mis versos.
La tierra apenas tolera el peso de mi cuerpo.
Ni el cielo, ni la tierra saben el por qué de mi angustia.


XIV

El bailarín de la duda sistemática,
el promotor de las gotas de rocío,
el fabricante de enigmas y de lámparas,
el que silencia la queja del ocaso
y estimula las fiestas siderales
estrena hoy un nuevo magisterio.
No para enseñarle facultades al milagro
ni para entronizar la certidumbre
en los pasillos angostos de la crítica.
Intenta un diferente abecedario
para lucir ante los analistas
la única locura que lo justifica.
Crea un escándalo con un nuevo término,
se viste de luto, llora y se hace cruces
cuando se enemista con su ángel,
o en el patio de la casa
se apaga una luciérnaga.


 Yezid Morales Ramírez es un poeta y pintor colombiano, nacido en el municipio de Garzón. Ha publicado los libros de poesía: "Pretextos para una Sonata" (1992), "Monólogo de uno que no sueña (2009) y la antología personal "Ocultos incidentes" (2010). Ha sido premiado en varias ocasiones a nivel nacional y se ha desempeñado como Director del Instituto Huilense de Cultura, Director de la Escuela Superior de Artes Visuales y Director de la Biblioteca Departamental del Huila.