viernes, 17 de noviembre de 2017

Azariel El hombre que domina el mar


La primera evocación que me trajo la lectura de Azariel el hombre que domina el mar, fue el corto poema de Jesús Lizano que dice: “El capitán / no es el capitán. / El capitán / es el Mar”; y es que a lo largo de cada capítulo, su autor (Joaquín Zapata Pinteño) nos va descubriendo un universo interior en el que el mar es esa matriz insondable que le ha generado tantas preguntas y que, sin embargo, ha sabido mantener su potencia al no desembocar en la comodidad de una respuesta.
Para Joaquín, el mar ha sido ese escenario convulso que sabe dar pero también sustraer y que quizás, sólo tenga correlato en el interior de los sujetos, donde la incertidumbre es el único puerto seguro. En su poemario Escalones de agua, ya nos había anunciado que el agua es su elemento regente, su patrón existencial, y que la fluidez define su estética. Ahora vuelve desde la orilla narrativa a ratificar esas historias que serpentean en su memoria desde la infancia, cuando la literatura fantástica invitaba a la acción y el Mediterráneo se ofrecía como esa pantalla cinematográfica donde podía medir su capacidad de aventura.
No en vano, el nombre del personaje protagónico es Azariel, cuyo origen se remonta a la tradición hebrea, en la que se lo concebía como “un ángel que reinaba sobre las aguas”, y que más adelante ha sido asumido como aquel que puede transmitir las buenas noticias del Deseo. Me atrevo a pensar que el pez que oficia cono narrador de la novela, cumple la segunda función, la del otro yo que el Azariel prosaico se niega a develar con destreza. Sin duda, es ese yo esquivo que encarna el pez-narrador, el que se permite la reflexión sobre sí mismo, el que pone en duda la convencionalidad y el que sabe apelar a la voz del corazón.
La audacia de Joaquín en su primera exploración narrativa no solo está dada por el hecho de ubicar como narrador a un pez que sabe leer con transparencia los pensamientos de don Azariel, sino por la vuelta una y otra vez a referentes de diversas mitologías, pero no para mostrarlas como algo caduco; más bien para reafirmarlas en su permanencia, en la vitalidad que las hace atemporales y que puede llevarnos sin escrúpulos del símbolo al concepto.
Con la novela de Zapata Pinteño volvemos a esa literatura que nos habla de viajes, de aventuras y de búsquedas interiores. A bordo de la embarcación El Almirana, don Azariel emprende un recorrido desde el Estrecho de Gibraltar hasta el Archipiélago de Cabo Verde, recorrido que sirve para reafirmarle que “al marino lo que más le gusta no es llegar, sino navegar”, y que en este largo viaje de la vida siempre nos aguardan las sorpresas, como el encuentro con la bella francesa Joëlle.
Tras la lectura de esta novela, queda abierto el interrogante sobre si es el hombre el que se ha soñado pez o si es el pez el que se sabe conocedor del hombre. Al final, el autor, sin temor a la desnudez o al equívoco, nos descubre sus inseguridades frente a la identidad: ¿acaso humano, animal o idea? O quizás ¿aporía, anatema o anarquismo solitario?
Omar Ardila, en Bacatá, 2017  


Joaquín Zapata es ilicitano (Elche - España). Fue profesional del derecho ejerciendo como Procurador de los Tribunales y Técnico de la Administración Pública; Diplomado en Alta Dirección de Empresas y Derecho de la Unión Europea; Postgrado en Medicina Natural. Ha publicado tres poemarios: La invisibilidad de la ceniza (2015), Escalones de agua (2016), Memorias que no son - Antología poética (2017).